Hermanos de Jimena
Considerando que debía defender al rey de Sevilla, que era vasallo de Alfonso, el Cid se puso a batear, o mejor dicho, a espadas por él contra el invasor y lo derrotó en una gran batalla bajo el castillo de Cabra. A partir de entonces todo el mundo le llamó Campeador o Batallador.
El Cid entregó todo el botín de guerra al rey de Sevilla y a sus soldados. El rey, en agradecimiento, le colmó de ricos regalos. Luego el Cid volvió a León. ¿Qué pasa con el tributo del rey moro al rey Alfonso que el Cid había sido enviado a cobrar? ¿Se acordó el Cid de entregárselo al llegar a casa?
La página tres del manuscrito comienza con el Cid y algunos de sus hombres abandonando su casa con gran tristeza. Al salir del reino pasan por Burgos y no hay nadie en las calles, todas las puertas están cerradas. Nadie se acerca a ayudarles, a darles comida o un lugar donde dormir. El Rey ha emitido un bando en el que prohíbe cualquier ayuda de este tipo bajo pena de muerte. El Cid no tiene un céntimo y necesita dinero para alimentarse a sí mismo y a sus hombres. Como el rey castigaría a cualquiera que le ayudara, no hay forma de conseguir el dinero salvo… con engaños.
El cid amazónico
Rodrigo Díaz nació en Vivar, cerca de Burgos. Con sus dotes militares, el Cid conquistó tierras ocupadas por los moros para acumular riquezas e integrar un principado autónomo. Su mayor hazaña fue ganar su última batalla después de su muerte, lo cual ha sido cuestionado, no refutado. Ni una ni otra versión pueden ser verificadas. La tradición oral se escribió años después de los hechos en varias versiones que coinciden en el hecho principal y difieren en los detalles.
La biografía más antigua del Cid, es la Historia Roderici, una crónica de los andares de Rodrigo Díaz de Vivar escrita en latín entre 1180 y 1190. No se sabe con certeza si el autor fue testigo presencial o se basó en la tradición oral. Tanto la Historia de Roderici como el Cantar de Mio Cid parecen basarse en la tradición oral.
Cuando la monarquía se quedó sin rey, Alfonso VI fue llamado a ocupar los tronos de Castilla y Galicia. Rodrigo jura al nuevo monarca y posteriormente pasa al servicio del rey Alfonso.
Desterrado por Alfonso debido a las intrigas de la corte, Rodrigo tuvo que luchar por su cuenta a lo largo del mapa de la España ocupada. Se convirtió en un guerrero de uno u otro señor, a veces enfrentado a Alfonso y otras a su lado, pero siempre fiel a la corona.
Orduño el cid
Tras la conquista de Toledo en 1085, Alfonso se proclamó victoriosissimo rege in Toleto, et in Hispania et Gallecia (rey victorioso de Toledo, y de Hispania y Galicia)[5] Esta conquista, junto con la toma de Valencia por el Cid, ampliaría enormemente el territorio y la influencia del reino leonés/castellano, pero también provocó una invasión almorávide a la que Alfonso pasaría el resto de su reinado resistiendo. Los ejércitos leonés y castellano sufrieron derrotas en las batallas de Sagrajas (1086) y Uclés (1108), en esta última murió su único hijo y heredero, Sancho Alfónsez, y Valencia fue abandonada, pero Toledo siguió formando parte de un reino ampliado que pasó a su hija.
Hijo de Fernando I, rey de León y conde de Castilla, y de su esposa, la reina Sancha, Alfonso era un “infante leonés con sangre navarra y castellana”[6] Sus abuelos paternos fueron Sancho Garcés III, rey de Pamplona, y su esposa Muniadona de Castilla, y sus abuelos maternos fueron Alfonso V de León (del que probablemente recibió su nombre) y su primera esposa Elvira Menéndez[7].
Las hijas del Cid
Ambos aspectos -el enfrentamiento personal del bien y del mal, la presentación de los cambios sociales y políticos- pueden observarse cuando se llega al Cantar sin experiencia en ninguna otra poesía épica. La tercera forma de ver la parte final del Cantar depende del conocimiento de la tradición épica: si no conocemos las modificaciones que el poeta hace de esa tradición, nos perderemos un aspecto importante de su arte. El poeta del Mio Cid hace un uso sutil y muy individual de los recursos que le ofrece la tradición épica española y francesa, tan sutil y tan individual que a menudo se ha subestimado su dependencia de la tradición. Es fácil, por ejemplo, pasar por alto su uso de los motivos populares, pero están ahí de todos modos3. Su estilo formulista tiene una deuda importante con el pasado oral de la épica española, aunque no tan importante como para creer que el propio Cantar fue compuesto oralmente4. Se utiliza la composición por motivos, aunque de nuevo en una forma que indica que se trata de un poeta alfabetizado que trabaja en un medio anteriormente oral5. Rasgos de la trama épica que se dan en culturas muy separadas se encuentran, normalmente con una marcada diferencia, en el Cantar. Mi principal preocupación en este artículo es el tratamiento de tales elementos argumentales en la sección final del Cantar, pero un ejemplo anterior puede servir como recordatorio de que se dan en todo el poema.