¿Quién inventó el reloj mecánico en la Edad Media?

¿Quién inventó el reloj mecánico en la Edad Media?

Importancia del reloj mecánico en la Edad Media

Los orígenes del reloj mecánico se remontan a los relojeros medievales que practicaban su oficio en pequeños talleres europeos hace siglos. Los primeros fabricantes de relojes mecánicos eran monjes católicos que inventaron los cronómetros como forma de informarles de cuándo debían realizar determinadas oraciones. Estos primeros dispositivos carecían de cualquier tipo de esfera y se limitaban a dar una campanada en determinados momentos del día como recordatorio para los monjes. La palabra inglesa “clock” deriva del latín “clocca”, que significa “campana”, como testimonio de su función original. Hacia el final de la Edad Media, el utillaje utilizado para fabricar las piezas del reloj se hizo más preciso, lo que permitió crear componentes con tolerancias mucho mayores y, lo que es más importante, cada vez más pequeños. Las máquinas que antes eran gigantescos e inmanejables laberintos de hierro con engranajes, levas y poleas que obtenían su energía de pesos que pesaban cientos de libras, empezaron a transformarse lentamente en elegantes artilugios que recibían su energía para funcionar de un pequeño y discreto resorte escondido dentro del movimiento, al que se le podía dar cuerda fácilmente a mano. Estas piezas más pequeñas y ligeras -fabricadas en latón, bronce u otras aleaciones- permitieron que el reloj se convirtiera en portátil durante el siglo XIV. El primer reloj de muelle que existe fue un regalo a Felipe el Bueno, duque de Borgoña, y hoy se encuentra en el Germanisches Nationalmuseum.

Por qué se inventó el reloj mecánico

Cómo nuestros relojes de una sola mano cambian la percepción del tiempoSe desconoce cuándo se construyó el primer reloj mecánico; en cualquier caso, el término relojero se menciona por primera vez en un documento francés de 1269. Los relojes mecánicos de aquella época distaban mucho de ser tan precisos como los actuales. Durante siglos siguieron siendo relojes de una sola mano, es decir, relojes con una sola aguja, porque las agujas de los minutos habrían sido técnicamente demasiado complicadas. Aparte de eso, tampoco había una necesidad real de una indicación detallada.

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Hasta finales del siglo XVII, los relojes mecánicos de una sola aguja debían reajustarse diariamente mediante los relojes de sol exactos. Las ventajas de los relojes mecánicos eran evidentes a pesar de su costoso mantenimiento: eran independientes de la luz del día y podían verse desde lejos en las torres. En la Edad Media, las ciudades ricas competían constantemente por conseguir relojes cada vez más magníficos y con una mecánica cada vez mejor. Exteriormente, estos relojes de torre tenían un inmenso significado representativo.

A partir de entonces, los relojes públicos regulaban la rutina diaria en la comunidad. Revolucionaron el sentido del tiempo de las personas en la Edad Media: el sentido subjetivo del tiempo del individuo fue sustituido por una cantidad medible y absoluta, la hora del día. En algunas iglesias y ayuntamientos antiguos todavía se pueden ver relojes de una sola mano, ya que hasta finales del siglo XVII no se desarrollaron mecanismos de relojería más precisos. Éstos hicieron posible el uso de las agujas de los minutos y, por lo tanto, ofrecieron una seria competencia al reloj de una sola mano. Además de la tendencia a una mayor precisión, los relojes se hicieron cada vez más pequeños.

Quién inventó el reloj mecánico en la Edad Media

El reloj mecánico consta de un mecanismo oscilante que marca el paso del tiempo y de un escape que cuenta sus pulsaciones. En comparación con los sistemas astronómicos para medir el tiempo, el reloj mecánico es menos preciso, pero puede consultarse en cualquier momento del día o de la noche, incluso en condiciones meteorológicas adversas.

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El reloj mecánico, derivado del reloj de agua, nació en la Europa medieval. Los primeros relojes mecánicos eran grandes aparatos de hierro. En el siglo XIV, su uso estaba muy extendido en toda Europa. En la misma época se construyeron complejos mecanismos destinados principalmente no a dar la hora, sino a reproducir los movimientos de los cuerpos celestes y las relaciones entre ellos. Dos ejemplos son el famoso Astrario de Giovanni Dondi y el Reloj Planetario de Lorenzo della Volpaia.

Los primeros relojes de torre eran accionados por ruedas dentadas tiradas por un peso, cuya fuerza era regulada por un dispositivo llamado escape. Sin embargo, a partir del siglo XVI, los relojeros pudieron sustituir la pesa por muelles y husillos o “conoides” que aseguraban el mismo movimiento regular. Esta innovación permitió fabricar relojes cada vez más pequeños. De este modo, el reloj se instaló en los salones de los palacios, en las paredes, en las repisas de las chimeneas e incluso en los bolsillos de las personas.

Rueda giratoria de la Edad Media

El reloj mecánico consta de un mecanismo oscilante que marca el paso del tiempo y de un escape que cuenta sus pulsaciones. En comparación con los sistemas astronómicos para medir el tiempo, el reloj mecánico es menos preciso, pero puede consultarse en cualquier momento del día o de la noche, incluso en condiciones meteorológicas adversas.

El reloj mecánico, derivado del reloj de agua, nació en la Europa medieval. Los primeros relojes mecánicos eran grandes aparatos de hierro. En el siglo XIV, su uso estaba muy extendido en toda Europa. En la misma época se construyeron complejos mecanismos destinados principalmente no a dar la hora, sino a reproducir los movimientos de los cuerpos celestes y las relaciones entre ellos. Dos ejemplos son el famoso Astrario de Giovanni Dondi y el Reloj Planetario de Lorenzo della Volpaia.

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Los primeros relojes de torre eran accionados por ruedas dentadas tiradas por un peso, cuya fuerza era regulada por un dispositivo llamado escape. Sin embargo, a partir del siglo XVI, los relojeros pudieron sustituir la pesa por muelles y husillos o “conoides” que aseguraban el mismo movimiento regular. Esta innovación permitió fabricar relojes cada vez más pequeños. De este modo, el reloj se instaló en los salones de los palacios, en las paredes, en las repisas de las chimeneas e incluso en los bolsillos de las personas.

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